Después de trabajar intensamente durante cinco años acogiendo personas refugiadas altamente vulnerables en Turquía, Grecia y los Balcanes, víctimas de diferentes guerras y conflictos en el mundo: Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Congo… en estos momentos tenemos el corazón destrozado por todo lo que pasa en Afganistán.
La prioridad debería ser salvar el máximo de vidas humanas de manera organizada. Y a poder ser, no se debería aplicar aquello de “sálvese quien pueda”. Creemos que la mejor solución sería habilitar corredores humanitarios seguros, no sólo para una evacuación de emergencia, que tiene fecha de caducidad, sino también para todas aquellas personas que quieren abandonar el país para no vivir en un régimen de terror. Para ello haría falta un acuerdo internacional respetando la salida del país, además del compromiso de acogida por parte de estados que quieran asumir su responsabilidad en este desastre humanitario. Es decir, soluciones basadas en el respeto, el acuerdo y la cooperación.
También sabemos que en alta política todo lo que sucede está profundamente preparado y medido. Otra cosa es que la mayoría de personas no lo sepamos. Desde este punto de vista, “ellos” sabrán por qué están sucediendo en Afganistán las cosas de esta manera y no de otra: qué se negoció con los terroristas, por qué este aparente caos en la evacuación, por qué se abandona a un país bajo un régimen terrorista sin dar opciones a las personas que viven allí, muchos de ellas colaboradoras en misiones internacionales, qué intereses miserables hay detrás de todo esto: ¿control de población, negocios, recursos naturales, geoestrategia?
La imagen de un padre entregando a su bebé a un soldado de EEUU tienes sentido: saben que los terroristas ya han empezado a ir puerta a puerta para detectar colaboradores internacionales, dejando a su paso un rastro de horror: robos, ataques, torturas y muerte. Si no encuentran al que buscan, secuestran a sus hijos para que se entregue. Afortunadamente, este bebé pudo reunirse con su padre y están a salvo, pero estamos hablando de todo un país bajo este régimen.
Las personas afganas que se vean forzadas a abandonar el país y buscar “refugio” en un lugar más seguro no lo van a tener fácil: muchos países han blindado sus fronteras y criminalizado a refugiados. La principal ruta para los refugiados hacia Europa, que pasa por Irán y luego por Turquía, ahora será más difícil de atravesar: a finales de 2020, Irán propuso una nueva legislación dirigida a los afganos que les expondría a penas de prisión de hasta 25 años. Turquía, después de haber recibido 6.000 millones de euros por parte de la Unión Europea, tiene con este “socio” una cooperación diplomática, financiera y de seguridad que antes no existía: quiere construir un “muro” a lo largo de la frontera entre Turquía e Irán, cavando trincheras, instalando alambres de púas y reforzando el patrullaje para prevenir los cruces. Las fuerzas de seguridad turcas han incrementado su presencia en la frontera con Irán. Distintos estados europeos también han adoptado políticas migratorias extremadamente duras: Grecia, por ejemplo, ha rechazado inmigrantes de manera agresiva desde 2020 para prevenir su llegada.
En pleno mes de agosto, llegó el invierno a Afganistán, con poca luz y un intenso frío en el alma.
Desde la Fundación Provocando la Paz mostramos nuestro total desacuerdo con las políticas inhumanas, renovamos nuestro compromiso con las personas refugiadas y agradecemos a las comunidades que las acogen. Y recordamos la urgencia de poner fin a los conflictos y la persecución que ocasionan estos desastres causados por la miseria humana. Necesitamos un mundo en paz, inclusivo y equilibrado.